Entre todos los escritos que conservamos de San Francisco es este tal vez el que podemos llamar “más suyo”. Junto con la Regla, pide Francisco sea guardado (i.e. practicado y vivido) sencillamente y sin glosa hasta el fin (v. 39). No todos los autores están de acuerdo en torno al lugar y la fecha de composición. Se tiende a datar en los últimos días de su vida y por tanto en la Porciúncula.
El testamento es un canto a la historia de Francisco con el Señor y del Señor con él. Tiene un claro carácter autobiográfico leído desde la perspectiva del seguimiento vivido en la Iglesia que Jesús quiso. Hay ciertos subrayados que hacen pensar en el querer diferenciar y tomar distancia de otros movimientos pauperistas como los cátaros o albigenses: la fe en los sacerdotes (v. 6) que administran el cuerpo y sangre de Cristo (v. 10); la honra a los teólogos que administran las palabras divinas (v. 13). Podemos percibir también las primeras tensiones internas de la Orden en las recomendaciones a vivir del trabajo, el no pedir Iglesias a la curia romana “so pretexto de predicación”, la insistencia en la obediencia al ministro general, etc.
Por sobre todo, el Testamento es una bendición para sus hermanos, porque es el legado de su propia vida de configuración con Cristo pobre y humilde, peregrino y mendicante.
TESTAMENTO
- El Señor me dio de esta manera, a mi el hermano Francisco, el comenzar a hacer penitencia. En efecto, cómo estaba en pecados, me parecía muy amargo ver leprosos.
- Y el Señor mismo me condujo en medio de ellos, y practique con ellos la misericordia.
- Y, al separarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me torno en dulzura de alma y del cuerpo; y después de esto, permanecí un poco de tiempo y salí del siglo.
- Y el Señor me dio una fe tal en las iglesias que oraba y decía así sencillamente:
- Te adoramos, Señor Jesucristo, también en todas tus iglesias que hay en el mundo entero y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
- Después de esto, el Señor me dio, y me sigue dando una fe tan grande en los sacerdotes que viven según la norma de la santa Iglesia romana, por su ordenación que si me viese perseguido, quiero recurrir a ellos.
- Y si tuviese tanta sabiduría cómo la que tuvo Salomón v me encontrase con algunos pobrecillos sacerdotes de este siglo en las parroquias en que habitan no quiero predicar al margen de su voluntad.
- Y a estos sacerdotes y a todos los otros quiero temer,amar y honrar cómo a señores míos. Y no quiero advertir pecado en ellos, porque miro en ellos al Hijo de Dios y son mis señores
- Y lo hago por este motivo: porque en este siglo nada veo corporalmente del mismo altísimo Hijo de Dios sino su santísimo cuerpo y santísima sangre, que ellos reciben y solos ellos administran a otros.
- Y quiero que estos santísimos misterios sean honrados y venerados por encima de todo y colocados en lugares preciosos.
- Y cuando encuentre en lugares indebidos los santísimos nombres y sus palabras escritas, quiero recogerlo, y ruego que se recojan y se coloquen en lugar decoroso.
- Y debemos también honrar y tener en veneración a todos los teólogos y a los que nos administran las santísimas palabras divinas, cómo a quienes nos administran espíritu y vida (cf.Jn 6,64).
- Y después que el Señor me dio hermanos, nadie me mostraba que debía hacer sino que el altísimo mismo me revelo que debía vivir según la forma del Santo Evangelio.
- Y Yo lo hice escribir en pocas palabras y sencillamente y el señor papa me lo confirmo.
- Y los que venían a tomar esta vida, daban a los pobres todo lo que podían tener (Job 1,3), y se contentaban con una túnica remendada por dentro y por fuera; con el cordón y los calzones.
- Y no queríamos tener mas.
- El oficio lo decíamos los clérigos al modo de los otros clérigos, y los laicos decían padrenuestros;, y bien gustosamente permanecíamos en iglesias.
- Y éramos indoctos y estábamos sometidos a todos.
- Y yo trabajaba con mis manos, y quiero trabajar, y quiero firmemente que todos los otros hermanos trabajen en algún oficio compatible con la decencia.
- Los que no lo saben, que lo aprendan, no por la codicia de recibir la paga del trabajo sino por el ejemplo y para combatir la ociosidad.
- Y cuando no nos den la paga del trabajo, recurramos a la mesa del Señor, pidiendo limosna de puerta en puerta.
- El Señor me revelo que dijésemos este saludo: El Señor te de la paz.
- Guárdense los hermanos de recibir en modo alguno iglesias, moradas pobrecillas, ni nada de lo que se construye para ellos, si no son cómo conviene a la santa pobreza que prometimos en la Regla, hospedándose siempre allí cómo forasteros y peregrinos (cf.Gen 23,4; Sal 38,13; 1Pe 2,11).
- Mando firmemente por obediencia a todos los hermanos que, estén donde estén, no se atrevan a pedir en la curia romana ni por si ni por intermediarios, ningún documento en favor de una iglesia o de otro lugar, ni so pretexto de predicación, ni por persecución de sus cuerpos.
- sino que, si en algún lugar no son recibidos, márchense a otra tierra a hacer penitencia con la bendición de Dios.
- Y quiero firmemente obedecer al ministro general de esta fraternidad y al guardián que le plazca darme.
- Y de tal modo quiero estar cautivo en sus manos, que no pueda ir o hacer fuera de la obediencia y de su voluntad, porque es mi señor.
- Y aunque soy simple y enfermo, quiero sin embargo, tener siempre un clérigo que me recite el oficio cómo se contiene en la Regla.
- Y todos los otros hermanos estén obligados a obedecer de este modo a sus guardianes y a decir el oficio según la Regla.
- Y a los que se descubra que no rezan el oficio según la Regla y quieran variarlo de otro modo, o que no son católicos, todos los hermanos, sea donde sea, estén obligados por obediencia, dondequiera que hallen a uno de estos, a presentarlo al custodio mas cercano del lugar donde lo descubran.
- Y el custodio este firmemente obligado, por obediencia, a custodiarlo fuertemente, cómo a hombre en prisión día y noche, de manera que no pueda ser arrebatado de sus manos hasta que en propia persona lo consigne en manos de su ministro.
- Y el ministro este firmemente obligado, por obediencia, a remitirlo por medio de tales hermanos, que lo custodien día y noche cómo a hombre en prisión, hasta que lo lleven a la presencia del señor de Ostia, que es el señor, protector y corrector de toda la fraternidad.
- Y no digan los hermanos: Esta es otra Regla; porque esta es una recordación, amonestación y exhortación y es mi testamento, que yo, el hermano Francisco, pequeñuelo, os hago a vosotros, mis benditos hermanos, para que mejor guardemos catolicamente la Regla que prometimos al Señor.
- Y el ministro general y todos los otros ministros y custodios estén obligados, por obediencia, a no añadir ni quitar nada en estas palabras.
- Y tengan siempre consigo este escrito junto a la Regla.
- Y en lodos los capítulos que celebran cuando leen la Regla, lean también estas palabras.
- Y a todo mis hermanos, clérigos y laicos, mando firmemente, por obediencia, que no introduzcan glosas en la Regla ni en estas palabras, diciendo:
- Esto quieren dar a entender; sino que así cómo me dio el Señor decir y escribir sencilla y puramente la Regla y estas palabras, del mismo modo las entendáis sencillamente y sin glosa, y las guardéis con obras santas hasta el fin.
- Y todo el que guarde estas cosas, sea colmado en el cielo de la bendición del altísimo Padre, y sea colmado en la tierra de la bendición de su amado Hijo, con el santísimo Espíritu Paráclito y con todas las virtudes de los cielos y con todos los santos.
- Y yo el hermano Francisco, vuestro pequeñuelo siervo, os confirmo cuanto puedo, interior y exteriormente esta santísima bendición.
TESTAMENTO DE SIENA
Este texto fue dictado según la leyenda de Perusa al hermano Benito de Piratro entre abril y mayo de 1226. Según el texto de la leyenda: “Una tarde sintió ganas de vomitar debido a sus males de estómago. Los esfuerzos que hizo fueron tan grandes, que empezó a echar sangre, y continió echándola toda la noche hasta la madrugada. Viendo sus compañeros que casi moría por la debilidad y por los dolores de la enfermedad, con inmensa pena y llorando le dijeron: ‘Padre, bendícenos y bendice a todos tus hermanos’.. El les dijo: ‘Que se acerque a mí el hemano Benito de Piratro’… Acercándose el hermano, el bienaventurado Francisco le dijo: ‘Escribe…’
- Escribe cómo bendigo a todos mis hermanos, a los que están en la Religión y a los que han de venir hasta la consumación del siglo.
- Como, a causa de la debilidad y el dolor de la enfermedad, no me encuentro con fuerzas para hablar, declaro brevemente a mis hermanos, mi voluntad en estas tres palabras:
- Que, en señal del recuerdo de mi bendición y de mi testamento, se amen siempre mutuamente,
- que amen siempre a nuestra señora la santa pobreza y la guarden,
- y que vivan siempre fieles y sumisos a los prelados y a todos los clérigos de la Santa Madre Iglesia.